Solemnidad de Todos los santos, que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad (elog. del Martirologio Romano).
- Ap 7, 2-4. 9-14. Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas.
- Sal 23, Ésta es la generación que busca tu rostro, Señor.
- 1 Jn 3, 1-3. Veremos a Dios tal cual es.
- Mt 5, 1-12a. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Celebramos que el amor es eterno, y que somos peregrinos guiados por la fe y llamados a la santidad con una multitud de intercesores. Buscamos el rostro de Dios, su amor misericordioso, En este Evangelio está la enseñanza más importante de Jesús: amar como Dios ama. Y esto se consigue no viendo nuestra existencia solamente a ras de suelo, preocupados y agobiados solamente por el día a día, sino orientando nuestra vida hacia Dios. Bienaventurados porque no estamos a merced de los intereses de este mundo, del poseer para ser más, del acumular para aparentar, sino al servicio del reino de Dios y su justicia.
La Iglesia católica celebra hoy no solamente a los Santos canonizados, sino, junto con ellos, a todas las almas que salieron de este mundo en gracia de Dios, y purificadas en el purgatorio, gozan ya de la visión divina en el cielo. San Juan los vio en su Apocalipsis, y contó del linaje de Israel un número misterioso. Después vio una muchedumbre "que nadie puede contar, de toda nación, de todo pueblo y de todo lugar". Reflejemos en nuestra vida el espíritu de santidad que respira el sermón de la montaña, y sin duda obtendremos la bienaventuranza en el cielo.
A los fieles que visiten devotamente el cementerio u oren solo mentalmente por los difuntos se les concede indulgencia plenaria, aplicable solamente a las almas del purgatorio del 1 al 8 de noviembre, e indulgencia parcial en los demás días del año.
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La Iglesia católica celebra hoy no solamente a los Santos canonizados, sino, junto con ellos, a todas las almas que salieron de este mundo en gracia de Dios, y purificadas en el purgatorio, gozan ya de la visión divina en el cielo. San Juan los vio en su Apocalipsis, y contó del linaje de Israel un número misterioso. Después vio una muchedumbre "que nadie puede contar, de toda nación, de todo pueblo y de todo lugar". Reflejemos en nuestra vida el espíritu de santidad que respira el sermón de la montaña, y sin duda obtendremos la bienaventuranza en el cielo.
A los fieles que visiten devotamente el cementerio u oren solo mentalmente por los difuntos se les concede indulgencia plenaria, aplicable solamente a las almas del purgatorio del 1 al 8 de noviembre, e indulgencia parcial en los demás días del año.




