miércoles, 18 de febrero de 2009

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN (XXXII)


El día 28 de julio por la noche llegó a su convento de Bolonia verdaderamente deshecho y casi moribundo. Pero no quiso celda ni lecho, sino que, como de costumbre, después de predicar a los novicios, se fue a la iglesia a pasar la noche en oración. El 1 de agosto no pudo levantarse del suelo ni tenerse en pie, y por primera vez en su vida aceptó que le puesieran un colchón de lana en el extremo del dormitorio, y poco después en una celda que le dejaron prestada, pues en la Orden no hubo nunca dormitorios corridos, sino celditas, en las que cabía un colchón de paja -de lana para los enfermos- y un pupitre para estudiar y escribir. La intensidad de la fiebre le transpone a ratos. Otras veces toma aspecto como de estar en contemplación, otras mueve los labios rezando, otras pide que le lean algunos libros; jamás se queja; cuando tiene alientos para ello, habla de Dios, y la expresión de su rostro demacrado sigue siempre dulce y sonriente.

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