lunes, 6 de julio de 2009
SANTA JUANA DE AZA (VI)
Por eso imagino yo que la grandeza de Juana de Aa, como madre de Santo Domingo, radica menos en haberle dado a luz que en haberle dado luz; ella, sus cosas, sus gestos, fue la luz que alumbró la infancia de Domingo de Guzmán. En ella aprendió a vivir y a ser bueno; infantil, puerilmente bueno; bueno como niño, que es lo que era. ¿Y hay manera mejor de ser bueno que la de serlo como niño? La beata o santa-¡qué importa!-Juana de Aza, madre de familia, era una gran maestra en esa suprema asignatura sobre la que precisamente se nos pasará el examen final, el de fin de curso, el del fin del mundo. ¿No se nos ha dicho que seríamos juzgados sobre el amor? ¿No está previsto el juicio final como un repaso a nuestra conducta con los que tienen hambre, y sed, y frío, o están enfermos, o encarcelados, o sin techo? En aquel día sabremos de Juana de Aza muchas cosas que hoy no sabemos, muchas cosas que, sin duda, completarán la única anécdotta, la única acción que de ella traen los historiadores del siglo XIII en cuyos primeros años moría Juana. Pero ¿por qué tengo la convicción de que este único episodio que conocemos basta para darnos lo esencial de su persona y de su estilo?
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