
Un soriano en Camerún
Emilio José Almajano: “Aquí la vida se vive a chorro y sin calmantes”
N.Z. Soria (17-05-10)
Mamás que preparan comida o buñuelos para vender, gente que pica piedras para vender, niñas empleadas de hogar por salarios de miseria y, en medio de todo eso, gente que dispone de medios, generalmente ricos comerciantes.
Mamás que preparan comida o buñuelos para vender, gente que pica piedras para vender, niñas empleadas de hogar por salarios de miseria y, en medio de todo eso, gente que dispone de medios, generalmente ricos comerciantes.
Sacerdote misionero de profesión, salió de Soria en octubre de 2005 tras ejercer varios años en la provincia. Han pasado ya “cuatro años y algún mes” desde que partió para asumir el mando de la misión que hay en el barrio donde vive, un barrio nuevo donde convive gente de trece etnias y diferentes religiones.
"Intentamos establecer un diálogo, poner en valor los elementos positivos de la tradición que encontramos y poner en cuestión los negativos”, añade. Aunque tiene claro que le gustaría volver en el futuro a Soria ya que “cuando vine aquí no vine con una decisión de por vida”, asegura, por el momento vive su experiencia en Camerún tras adaptarse a un país completamente diferente.
La asociación de padres de una escuela puede contratar a un maestro por unos 23 euros al mes y, si nos metemos ya en el servicio doméstico no hay palabras para calificar los salarios que se pagan. A esto se suma además la corrupción, “una lacra que pesa fuertemente en la vida diaria de la gente y que impide al país avanzar hacia adelante”.
“La mayor parte de la gente aquí está en lo que se llama economía de subsistencia, se gana lo justo para vivir. A pesar de ello, destaca, “a medida que pasa el tiempo es fácil darse cuenta de la riqueza de esta gente”.
“Aquí han pasado de la edad de piedra a la edad de la tecnología de un brinco y se han saltado todo lo que hay en medio: agua potable, escuela, luz en casa, salud...”, indica sorprendido. En su casa no hay luz, en el pueblo tampoco, pero aprovechan cuando van a otro sitio donde hay luz para enchufar el teléfono en cualquier parte y cargarlo.
Tras cuatro años de estancia en Camerún, y con la mirada puesta en el regreso, este soriano en la distancia asegura, “la desventaja más grande para mí es estar lejos de mi familia y de mis amigos”.
"Intentamos establecer un diálogo, poner en valor los elementos positivos de la tradición que encontramos y poner en cuestión los negativos”, añade. Aunque tiene claro que le gustaría volver en el futuro a Soria ya que “cuando vine aquí no vine con una decisión de por vida”, asegura, por el momento vive su experiencia en Camerún tras adaptarse a un país completamente diferente.
La asociación de padres de una escuela puede contratar a un maestro por unos 23 euros al mes y, si nos metemos ya en el servicio doméstico no hay palabras para calificar los salarios que se pagan. A esto se suma además la corrupción, “una lacra que pesa fuertemente en la vida diaria de la gente y que impide al país avanzar hacia adelante”.
“La mayor parte de la gente aquí está en lo que se llama economía de subsistencia, se gana lo justo para vivir. A pesar de ello, destaca, “a medida que pasa el tiempo es fácil darse cuenta de la riqueza de esta gente”.
“Aquí han pasado de la edad de piedra a la edad de la tecnología de un brinco y se han saltado todo lo que hay en medio: agua potable, escuela, luz en casa, salud...”, indica sorprendido. En su casa no hay luz, en el pueblo tampoco, pero aprovechan cuando van a otro sitio donde hay luz para enchufar el teléfono en cualquier parte y cargarlo.
Tras cuatro años de estancia en Camerún, y con la mirada puesta en el regreso, este soriano en la distancia asegura, “la desventaja más grande para mí es estar lejos de mi familia y de mis amigos”.
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