lunes, 28 de junio de 2010

La Socarreña

Parece que Benedicto XVI tiene claro quienes son los culpables de la mancha que ensucia y se extiende sobre la institución que dirige. Todo en masculino, no hay denuncias contra religiosas, y en masculino plural, por la multitud de casos. Como el salmista, sabemos que los gritos de miles de niños y niñas han llegado a los oidos de Dios, y como sus fieles seguidores no le han escuchado, ha tenido que recurrir a la justicia del mundo.

Siempre es tiempo de juzgar y reparar. Los muros de la Iglesia son viejos, pero si se decide entablar una buena restauración podrá perdurar. Los cimientos son Jesús, y cada uno de nosotros, las rocas vivas que formamos sus muros. Limpieza y saneamiento permitiran mirar al futuro con esperanza, pero todo realizado con caridad y amor. Hagamos de la Iglesia un pequeño jardín no un muro donde chocan las ilusiones y proyectos de muchos hombres y mujeres.

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