
También el Beato Jordán relata otro milagro que le contó Fr. Bertrán. En cierta ocasión, viajando con el bienaventurado Domingo, estalló una gran tormenta y la lluvia inundaba los caminos. Entonces el maestro Domingo hizo la señal de la cruz, y pudieron proseguir la marcha sin que el agua les tocase, formándose una especie de cortina protectora a tres codos de distancia según andaban. este hecho tuvo lugar entre Montreal y Carcasona. La devoción popular para perpetuar este suceso levantó una ermita, que la revolución francesa destruyó, erigiéndose en su lugar el pasado siglo un monumento con la siguiente inscripción: "Aquí en el siglo XIII fueron milagrosamente preservados de la lluvia torrencial el glorios Santo Domingo y su compañero San Bertrán de Garriga. Santo Domingo y San Bertrán, rogad por nosotros y libradnos de las tormentas".
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