lunes, 27 de agosto de 2012

San Juan Masías (XII)


Concurrieron al entierro del humilde lego el mismo virrey, el arzobispo, todas las comunidades y corporaciones religiosas y civiles limeñas y una muchedumbre, que le aclamaba ya por digno de ser exaltado a los altares. Sus reliquias, así como sus estampas y retratos, se disputaban  con gran fervor, pues  era notorio que obraban prodigios. Al cabo de un año de su fallecimiento, fue trasladado el cadáver a otra sepultura dentro del mismo convento en que el Beato se había santificado. Se halló entonces el cuerpo incorrupto y exhalando una singular fragancia.

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