martes, 4 de diciembre de 2012
Alberto Pico (VII)
Un párroco de salitre (VII)
A comienzos de los sesenta, las sotanas de Guillermo Simón Altuna y Miguel Bravo eran las que pululaban entre los barcos. "Altuna era un organizador nato y Bravo un visionario. Inició un proyecto que perseguía la transformación de lo que había a través de la educación. Creó la filial número dos para que los hijos de los pescadores tuvieran la posibilidad de estudiar Bachillerato Elemental. Tuvo hasta que recurrir a trucos y pequeños engaños para conseguirlo porque aquello suponía una revolución". Lo explica Tomás López, al que Pico trajo años después para dirigir el centro de estudios. Fue Bravo, sabedor de que la muerte ya le rondaba, el que pensó en Alberto como sustituto. Lo eligió él. Por amigo y porque era el idóneo para continuar con su proyecto. "En 1970 -relata López- Alberto me pidió que dejara mi puesto de catedrático en el Instituto de Torrelavega para venir a dirigir la filial. Era como bajar de categoría, pero yo estaba muy cercano a sus ideas, al proyecto de hacer una 'comunidad de viva' con un modelo diferente de enseñanza". Pico creó una escuela con la idea de que no fuera "gravosa para nadie". López no oculta que si alguien no podía pagar se falseaban las cifras del número de alumnos "o lo que hiciera falta". "Creamos un clima con los alumnos más allá de asignaturas" Su labor empezó a calar en el barrio a través de los niños. "El primer día que vino al colegio yo estaba en segundo de bachiller. Nos daba clase de religión, pero lo mismo un dúa hablábamos del combate de Cassius Clay. Nos llevaba a ocho niños en una Vespa haciendo los viajes que hicieran falta. A donde fuera. Porque él enseñaba valores, a ser compañeros, a participar...". Julio Abundio, el dueño de 'La Gaviota', es uno de los 'hijos' de Pico. Chavales a los que casó y a cuyos hijos ha bautizado. Como a los dos de 'Pin', de 'Los Peñucas'. "Yo me casaba en San Roque y Alberto me dijo que me casaba él. Llegó la hora y no estaba. Estuvimos esperándole y no vino. Me tuvo que casar otro cura que había vivido en el barrio y que estaba invitado. Al día siguiente le llamé y me dijo que se le había olvidado por completo". Nunca ocultó que era muy despistado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario