
Vamos terminado la primavera y no parece que se asiente el buen tiempo, el propio del final de la estación. La nueva estación que si que parece que ya está aquí es la de servicio, en la que pagar se ha convertido en un calvario al que acudimos religiosamente cada vez que el coche nos pide contaminar un poquito más. Estamos pasando de la vaca obesa a la famélica en un periodo de tiempo muy corto.
Caminado se aprecia mejor el paisaje, se llega antes a ningún lado y es más fácil aparcar. Hasta podemos recuperar el placer de ver crecer una planta o tumbarnos a leer bajo un buen árbol, dejarnos mojar por el aguacero y secar por la brisa. Volver a recuperar miles de cosas que las prisas nos han alejado: sonidos, olores, paisajes...El problema es que estén ya tan lejos que para irlos a buscar nos haga falta cojer el coche.
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