
Palacio de Revillagigedo, Gijón (Asturias).
Jesús no tenía donde recostar la cabeza, nuestros obispos para imitarle hasta en lo más mínimo viven en más o menos hermosos palacios. Como todos los frutos del árbol de la historia todo depende del color del cristal con que se mire. Pero un palacio no deja de ser signo de poder terrenal y eso con el Evangelio no hace buenas migas, se mire por donde se mire.
Algunos desearían que sus ilustrísimas se fueran a dormir debajo de un puente, que tampoco es pasar de señor de palacio a rey de la indigencia, seguro que alguna medida intermedia existe. Hace muchos años el obispo Buxarrais se fue a vivir al seminario de Málaga y dejó el palacio para museo, a su sucesor esto como que no le gustó, pesó más la mitra que el revoloteo del Espíritu. Fuera de la Iglesia hace frio, tanto más que de palacio, deben de pensar algunos.
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