
Ya está aquí, una vez más, el festival gastronómico llamado Navidad. Fiestas que han cambiado los ritos religiosos por los de la sociedad de consumo. Consumir para ser feliz o al menos mientras se consume. Pero la de este año va a ser la prueba del siete para muchas familias que no van a tener la misma cantidad de dinero en el bolsillo que en años pasados, y que tendrán que adaptarse a la nueva situación ¿podrán tener una feliz Navidad?
Familias en la que sus miembros más jóvenes no conocen la palabra no. Que hasta hoy, sin el más mínimo esfuerzo, han tenido de todo; educados en un ambiente en el que reina aquello de que esto me lo merezco porque si. En esta hora, no sería raro ver hijos e hijas acudiendo a los juzgados para denunciar a sus progenitores por incumplimiento de contrato, al tiempo. Siempre es más fácil pasar de la chabola al palacio que viceversa.
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