17 de agosto. + XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
- Jer 38, 4-6. 8-10. Me has engendrado para pleitear por todo el país.
- Sal 39. Señor, date prisa en socorrerme.
- Heb 12, 1-4. Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca.
- Lc 12, 49-53. No he venido a traer paz, sino división.
Jesús está habitado por un fuego interior, un deseo muy grande: el fuego divino del amor de Dios por la humanidad. El bautismo por el que tiene que pasar es el de sumergirse en la muerte más indigna y cruel para así salvar a todos, sumergirse hasta el fondo de nuestra humanidad para decirnos con su vida que la muerte está vencida. El fuego de Jesús, el Espíritu Santo, produce misión, apertura, búsqueda, encuentro, perdón, diálogo, servicio, conversión continua, profecía. Es la tensión del amor de Dios por la humanidad, esa es la fuente de toda radicalidad de Jesús. Jesús nos trae fuego, no cenizas.
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