Pues cuando a estos libros de Domingo les llegó su vez, ahí está ese tesoro suyo del alma para venderse también. ¿Que el corazón se le desgarra al venderlos? "Pero ¿cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?" Esta fue la exclamación de Domingo a los que le reprochaban aquella venta. Y bien vale la exclamación por toda una epopeya. Pero hay todavía más: Domingo vendió cuanto tenía. Pero ¿y las palabras de Señor: "Amaos como yo os he amado"? ¿Y no quiso el mismo Cristo ser vendido por nosotros y para nuestro bien? A la limosna que Domingo había establecido en su propia habitación llega un día una mujer llorando amargamente y diciendo: "Mi hermano ha caído prisionero de los moros". A Domingo no le queda ya nada que dar sino a sí mismo. Pues bien; ahí está él; irá a venderse como esclavo para rescatar al desgraciado por el cual se le rogaba.
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