En la primavera de 1207 hubo un encuentro en Montpellier entre algunos legados cistercienses del papa, por una parte, y el obispo de Osma y Domingo, por otra, sobre el sistema a seguir en la lucha contra los herejes. El de Osma renunció a todo su boato episcopal para abrazar con Domingo la vida estrictamente apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaban, renunciando a toda comodidad, caminando a pie y descalzos, sin más ropa que la puesta, etc., etc. Domingo por ese tiempo ya no quería que le llamasen subprior ni canónigo, sino tan solo Fr. Domingo, y su obispo se había adaptado también perfectamente a esta pobreza de vida.
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