lunes, 10 de noviembre de 2008
SANTO DOMINGO DE GUZMAN (XVI)
Con estas cosas, el aspecto de la lucha contra los herejes fue cambiando más y más a favor de los católicos. Los misioneros papales aumentaron notablemente en cantidad y calidad, llevando una vida enteramente apostólica y repartiéndose por toda la región en torno a ciertos centros escogidos. Domingo se quedó en un lugarcito llamado Prulla, cerca de Fangeaux, junto a una ermita de la Virgen y algunas pocas viviendas, pero con buenas comunicaciones. Era ya predicador pontificio y delegado del papa para dar certificados de reconciliación con el sello de toda la empresa misional. Este sello contenía solamente la palabra Predicación. Al jefe de la misión, en este caso Domingo, se le llamaba magister praedicationis. Se fundaron no pocos de estos centros; pero como el personal de la misión, en general, era temporero, a los pocos meses comenzaron a cansarse y se fueron a sus abadías, quedando en pie solamente el centro de Prulla, que dirigía y sostenía Domingo.
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