
En el contrato firmado por Fernández en 1612 se especificaba que si no podía hacer los bultos, éstos debían ser realizados por Gabriel Pinedo, quién asumió este encargo en 1613, comprometiéndose a que las cabezas debían esculpirse en El Burgo de Osma colocando bajo cada una de ellas una inscripción.
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