Un manto de fuego verdadero, en la noche de San Juan
28 sampedranos caminan sobre las brasas en el Paso del Fuego, una tradición milenaria.
J.C.H. (Efe) Foto: Efe/Wilfredo García /heraldodesoria.es| 24/06/2015
Veintiocho pasadores han cruzado con sus pies descalzos la alfombra de fuego en la noche mágica de San Juan, en San Pedro Manrique, una tradición milenaria en esta localidad soriana, que es su mejor carta de presentación en el mundo.
Los sampedranos y los visitantes llegados desde diferentes puntos de la geografía han seguido con expectación y emoción, con un silencio sepulcral cortado con los abrazos de los pasadores y sus familiares y amigos, cada uno de los pasos, firmes y decididos, que han dado los pasadores para perpetuar una tradición que une desde siempre a los hijos de este pueblo serrano soriano, con poco más de seiscientos habitantes.
Entre los dos mil espectadores se encontraban el exmarido de la infanta Elena, Jaime de Marichalar, acompañado de su hijo Felipe Juan Froilán y la familia de su hermano Amalio, Conde de Ripalda.
El paso del fuego se ha prolongado durante veinte minutos mágicos, culminado por el más veterano de todos los pasadores, el popular Alejandro "Chichorrillas", que ha atravesado el manto de fuego con más de ochenta años, minutos después de dar la alternativa a su nieto Christian que, con apenas 15 años, ha superado la prueba.
El exalcalde José Antonio Hernández ha cruzado al presidente de la Diputación provincial, Antonio Pardo.
Antes de comenzar el ritual se ha guardado un minuto de silencio en recuerdo de un pasador fallecido.
El nuevo alcalde sampedrano, el socialista Jesús Hernández, ha avanzado su intención de difundir más y mejor el paso del fuegoen todo el mundo el próximo año, con mayor promoción durante todo el año para atraer más visitantes a presenciar un espectáculo único en el mundo y para el que está dispuesto a montar pantallas gigantes con el objetivo de aumentar la capacidad del graderío de la ermita de la Virgen de la Peña, escenario de este ritual.
Las fiestas del paso del fuego y las móndidas están declaradas desde agosto de 2005 Bien de Interés Cultural (BIC).
El paso del fuego ha estado presidido un año más por las móndidas,tres jóvenes sampedranas elegidas a primeros de mayo por sorteo y que son las protagonistas de los actos que se celebran en la jornada de San Juan, en las que, ataviadas con vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo), rememoran el tributo de las Cien Doncellas tras la derrota musulmana en la cercana Clavijo.
Como marca la tradición, los tres primeros pasadores han portado a sus espaldas a las tres móndidas, y sin interrupción, han encadenando pisadas en el manto de cenizas de leña de roble que alcanza una temperatura de 400 grados.
El manto de fuego, preparado desde tres horas antes por los horguneros, alcanza una longitud de seis metros y un grosor de entre diez a quince centímetros -se queman más de mil kilogramos de leña de roble de la zona-, una distancia que ha sido atravesada por los pasadores con seis a ocho pasos.
Para que no se quemen -o lo hagan para contarlo y repetir- no hay ningún secreto, aunque sí una técnica para que el fuego, que es de verdad, no termine con los pasadores en el centro de salud más cercano.
Según los propios pasadores, la pisada fuerte y rápida, con la planta del pie plana, asegura que la combustión del manto de fuego se detenga por unos segundos, motivo por el que, para el que la pisada sea más fuerte, se atraviesa habitualmente con otra persona sobre los hombros.
Esta proeza, denominada pirobacia, ha despertado desde mediados del siglo XX el interés creciente de curiosos, científicos, parapsicólogos y etnógrafos.
El origen de estas fiestas ha sido estudiado, entre otros, por el reconocido etnógrafo Julio Caro Baroja, que presenció el paso del fuego en 1950, y la investigadora Chesly Baity, una década después, y quienes encontraron similitudes del paso del fuego con el de los Hirpi Sorani de la Italia Clásica y con los pueblos indoeuropeos del sur de la India.
Los sampedranos y los visitantes llegados desde diferentes puntos de la geografía han seguido con expectación y emoción, con un silencio sepulcral cortado con los abrazos de los pasadores y sus familiares y amigos, cada uno de los pasos, firmes y decididos, que han dado los pasadores para perpetuar una tradición que une desde siempre a los hijos de este pueblo serrano soriano, con poco más de seiscientos habitantes.
Entre los dos mil espectadores se encontraban el exmarido de la infanta Elena, Jaime de Marichalar, acompañado de su hijo Felipe Juan Froilán y la familia de su hermano Amalio, Conde de Ripalda.
El paso del fuego se ha prolongado durante veinte minutos mágicos, culminado por el más veterano de todos los pasadores, el popular Alejandro "Chichorrillas", que ha atravesado el manto de fuego con más de ochenta años, minutos después de dar la alternativa a su nieto Christian que, con apenas 15 años, ha superado la prueba.
El exalcalde José Antonio Hernández ha cruzado al presidente de la Diputación provincial, Antonio Pardo.
Antes de comenzar el ritual se ha guardado un minuto de silencio en recuerdo de un pasador fallecido.
El nuevo alcalde sampedrano, el socialista Jesús Hernández, ha avanzado su intención de difundir más y mejor el paso del fuegoen todo el mundo el próximo año, con mayor promoción durante todo el año para atraer más visitantes a presenciar un espectáculo único en el mundo y para el que está dispuesto a montar pantallas gigantes con el objetivo de aumentar la capacidad del graderío de la ermita de la Virgen de la Peña, escenario de este ritual.
Las fiestas del paso del fuego y las móndidas están declaradas desde agosto de 2005 Bien de Interés Cultural (BIC).
El paso del fuego ha estado presidido un año más por las móndidas,tres jóvenes sampedranas elegidas a primeros de mayo por sorteo y que son las protagonistas de los actos que se celebran en la jornada de San Juan, en las que, ataviadas con vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo), rememoran el tributo de las Cien Doncellas tras la derrota musulmana en la cercana Clavijo.
Como marca la tradición, los tres primeros pasadores han portado a sus espaldas a las tres móndidas, y sin interrupción, han encadenando pisadas en el manto de cenizas de leña de roble que alcanza una temperatura de 400 grados.
El manto de fuego, preparado desde tres horas antes por los horguneros, alcanza una longitud de seis metros y un grosor de entre diez a quince centímetros -se queman más de mil kilogramos de leña de roble de la zona-, una distancia que ha sido atravesada por los pasadores con seis a ocho pasos.
Para que no se quemen -o lo hagan para contarlo y repetir- no hay ningún secreto, aunque sí una técnica para que el fuego, que es de verdad, no termine con los pasadores en el centro de salud más cercano.
Según los propios pasadores, la pisada fuerte y rápida, con la planta del pie plana, asegura que la combustión del manto de fuego se detenga por unos segundos, motivo por el que, para el que la pisada sea más fuerte, se atraviesa habitualmente con otra persona sobre los hombros.
Esta proeza, denominada pirobacia, ha despertado desde mediados del siglo XX el interés creciente de curiosos, científicos, parapsicólogos y etnógrafos.
El origen de estas fiestas ha sido estudiado, entre otros, por el reconocido etnógrafo Julio Caro Baroja, que presenció el paso del fuego en 1950, y la investigadora Chesly Baity, una década después, y quienes encontraron similitudes del paso del fuego con el de los Hirpi Sorani de la Italia Clásica y con los pueblos indoeuropeos del sur de la India.
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