martes, 10 de noviembre de 2015

Mártires de Cóbreces


EMOTIVIDAD, DENUNCIA Y LÁGRIMAS EN LA BEATIFICACIÓN DE LOS MÁRTIRES DE CÓBRECES

La catedral acogió una multitudinaria ceremonia, a la que asistieron los familiares de los beatos

Familiares de los nuevos beatos portaron las reliquias hasta el altar mayor

La catedral y el claustro se quedaron pequeños para seguir la ceremonia de beatificación

Al monje cisterciense Francisco Rafael Pascual Rubio la emoción y las lágrimas le obligaron a parar en tres ocasiones el relato que hacía de cómo sus compañeros de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia y San Bernardo de Cóbreces, así como dos monjas de un convento de Algemesí (Valencia) habían sufrido martirio antes de morir por su fe: "las múltiples aguas del sufrimiento no pudieron extinguir en sus corazones su amor por Cristo".

El relato del procurador de la cusa llenó de un ruidoso silencio todos y cada uno de los abigarrados bancos y sillas dispuestos para seguir la solemne ceremonia.

Además de la emoción, la catedral de Santander se llenó de boato. Tanta gente había en el templo que hubo hasta que organizar la seguridad.

A las doce de la mañana las campanas de los templos repicaron fuerte para contarle a la ciudad que algo excepcional para los católicos estaba ocurriendo en Santander.

Después de la relación de cada beato, la de los monjes Pío Heredia (Álava), Amadeo García (León), Valeriano Rodríguez (León), Álvaro González (León), Antonio Delgado (Burgos), Eustaquio García (Palencia), Ángel Vega (León), Ezequiel Álvaro de la Fuente (Palencia), Eulógio Álvarez (León), Bienvenido Mata (Burgos), Marcelino Martín (Palencia), Leandro Gómez (Burgos), Eugenio García (Burgos), Vicente Pastor (Palencia), José Camí (Lérida), Micaela Baldoví (Valencia) y Natividad Medes (Valencia), llegó el momento más esperado.

Siguiendo el protocolo romano de la Santa Sede se descubrió una foto de todos ellos, y sus familiares portaron las reliquias que se conservan hasta el altar.

El cardenal Amato dio lectura a una homilía, en algunos momentos descarnada, sobre lo que ocurrió a los beatos en al Guerra Civil española. Sin concesión en sus palabras a la reconciliación, Angelo Amato enclavó en el tiempo el acto que se vivía de beatificación "antes de que la nube del tiempo cancele las huellas de nuestros mártires, la Iglesia trata de recordar, y celebrar, su heroísmo.

Les exaltó diciendo que ellos "han salido victoriosos sobre sus enemigos y hoy, sus bocas cosidas entonces con hilo de hierro por sus torturadores, han que dado liberadas".

El obispo Sánchez Monge, en la súplica para la beatificación, resaltó de ellos que "pudieron evitar el martirio renunciando a su fe pero fueron fieles al Señor con su propia vida", concluyó.

Nieves Bolado (El Diario Montañés) 4-10-15

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