Viven aislados del mundo, en el suyo propio, se retroalimentan endogámicamente construyendo sus propios canales de comunicación y de información y quieren que todos vean a través de sus propias gafas para miopes. Su discurso es monótono y adormecedor, los términos que utilizan muy lejanos y crípticos para la mayoría de los mortales. Sus modales o su curiosa forma de vestir dejan un retrogusto a humedad mezclado con incienso.
Como perros acostumbrados a guardar la finca parecen que duermen, para en el momento que uno menos se lo espera saltar con una fuerza y fiereza desproporcionada. Una de sus obsesiones favoritas, y de la que nunca deberían de ser partícipes por voto, son los óvulos fecundados. Su mayor afán procurar que nazcan fieles a sus preceptos, su mayor pecado: creerse que Dios habla a través de sus bocas, girar el torno que comunica lo divino con lo humano.
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