miércoles, 29 de octubre de 2008

SANTO DOMINGO DE GUZMAN (XIV)


Además, estas comunidades, por mucha perfección que practicasen, vivían separadas del pueblo, mientras que los herejes vivían con él mezcladísimos. Por otra parte, al pueblo suelen preocuparle menos los dogmas que la moral y cree siempre más en las obras que en las palabras. Cuando el obispo de Osma y el subprior llegaron a darse cuenta por completo de la situación, comenzaron por advertir al papa que no era nada a propósito para combatir a los herejes presentarse como sus legados se presentaban. Entre aquella inmensa corrupción que lo inundaba todo comenzaban a sentirse por doquier ansias de verdadera vida evangélica, y se hacía cada vez más claro que para conquistar al mundo, tan extraviado y corrompido, había que volver al modo de predicar y de vivir que los mismos apóstoles practicaban.

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