23 de noviembre. +XXXIV. Domingo. SOLEMNIDAD: JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO.
Ez 34,11-12.15-17. A vosotros mis ovejas voy a juzgar entre oveja y oveja.
Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Co 15,20-26a.28. Devolveré a Dios Padre su reino y así Dios lo será todo para todos.
Mt 25,31-46. Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.
El Año litúrgico se termina subrayando la centralidad de Cristo en la historia y en la vida humana. La promesa divina de ser personalmente el guía del pueblo se cumple en Cristo, que da origen a una nueva humanidad, liberada del pecado y de la muerte. El Señor juzgará a cada uno según las relaciones fraternas de amor con los más necesitados, los pobres y los sencillos.
En lo temporal, Jesucristo es Rey de todo el mundo. Gravemente erraría quien lo negase, puesto que Él ha recibido del Padre un dominio absoluto sobre toda la creación. Pero siendo Rey de derecho, de hecho no ha querido fundar sino un reino espiritual: la Iglesia, cuya cabeza invisible es Él, y tiene por lugarteniente a San Pedro y sus sucesores. Cristo ejerce su potestad sobre las almas, a las cuales gobierna por la fe y por la caridad; sobre la Iglesia, a la cual gobierna por la jerarquía, y sobre la sociedad civil, por cuanto debe ser gobernada acatando los principios de la ley natural, evangélica y canónica. Proclamemos hoy la realeza de Cristo, la única que puede salvar a los pueblos, instaurando en el mundo el imperio de la justicia y de la caridad.
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