miércoles, 11 de noviembre de 2009
BEATO BERTRAN DE GARRIGA (II)
El espectáculo era realmente desolador. Pero la reacción no se hizo esperar. La vida monástica cobró una vitalidad espléndida, insospechada. Aparte de las dos reformas benedictinas-cistercienses y cartujos-, sugieron otrs nuevas Órdenes y Congregaciones. Francisco de Asís ha escuchado lallamada divina apremiante, y, desposándose con la pobreza, se ha lanzado por aldeas y ciudades predicando penitencia. La misma llamada oyeron el obispo de Osma, Diego de Acevedo, y Domingo de Guzmán al llegar en embajada de paz a Tolosa. Dice el Beato Jordán de Sajonia, refiriéndose a Domingo de Guzmán, que, "en cuanto advirtió que los habitantes de aquel país habían caído en la herejía, llenóse de compasión su pecho misericordioso considerando la innimerables almas que vivían engañadas". Fue entonces cuando, inflamados de caridad, marcharon a Roma y expusieron a Inocencio III un amplio plan de evangelización en tierra de cumanos, al que hubieron de renunciar por indicación del pontífice, que ordenó al santo obispo el regreso a su diócesis para proseguir allí su gobierno y la reforma del cabildo.
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