Crónica de la peregrinación a Santiago
14 de agosto de 2017
14 de agosto de 2017
Ya está, hemos terminado nuestra peregrinación y a todos los que participamos en ella nos ha costado volver a nuestras casas, a nuestros trabajos, a nuestro ritmo de vida habitual. Pero ¿por qué? Porque está claro que para todos este Camino ha significado algo. Al principio, cuando aún desconocíamos lo que iba a suceder, sentíamos miedo: el gran número de peregrinos, salir de casa, no conocer a los que iban a estar con nosotros… Pero todos sabíamos que el Camino nos daría grandes oportunidades.
Antes de comenzar nuestro peregrinaje ya empezamos a conocernos un poco mejor, sabíamos de dónde procedíamos cada uno, nuestro lugar de residencia, de estudio…. No parábamos de mirarnos unos a otros intentando descubrir cómo era cada uno, con quién podríamos encajar mejor, quién podía parecerse un poco más a mí. Lo que desconocíamos es que los veintitrés peregrinos de la Diócesis de Osma-Soria nos convertiríamos en una gran familia a la que acudir en los momentos de dificultad, tal y como nos dijo nuestro Obispo D. Abilio en la celebración realizada en la residencia episcopal de El Burgo de Osma.
Llegados a nuestro destino, Tuy, nos instalamos junto con el resto de caminantes con los que compartiríamos esta experiencia y tuvimos un gran acto de bienvenida acompañado de nuestra primera Eucaristía como peregrinos; ahí es cuando nos dimos cuenta de la cantidad de jóvenes que, como nosotros, habían decidido unirse a esta gran peregrinación a Santiago de Compostela… jóvenes que, como yo, buscaban encontrarse con Cristo en este Camino.
Después de una larga noche en la que casi no pudimos dormir comenzamos un nuevo día, el de nuestra primera etapa del Camino.
Para muchos, sin duda alguna, la mejor etapa fue la última pues ya nos íbamos a reunir con el Apóstol Santiago y, por tanto, nuestro Camino iba a tener su destino.
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