Por este mismo tiempo comenzó Domingo a reunir en Prulla un grupo de damas convertidas de la herejía, a las que él fue dando poco a poco algunas normas y reglas de vida, que más tarde se convirtieron en verdaderas constituciones religiosas, calcadas sobre las mismas de los dominicos. Y habiéndose ido a sus abadías los abades cistercienses que formaban el grupo principal de la misión; habiéndose ido, por otra parte, a Osma D. Diego de Acevedo para arreglar sus asuntos y volver a Francia, cosa que no pudo realizar por sorprenderle la muerte; habiendo sido asesinado el principal legado del papa y director de aquella gran misión, las cosas cambiaron síbitamente, y Domingo, cuando más ayudas necesitaba, se quedó solo. El asesinato de Pedro de Castelnau se atribuyó al conde de Tolosa, por lo cual éste fue excomulgado, el papa exoneró a sus súbditos de la obediencia debida y promovió contra él una cruzada, capitaneada por Simón de Monfort, que marca uno de los períodos más sangrientos y difíciles de toda esta época.
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