Testigos de la fe (II)
Tres monasterios benedictinos, y los tres de advocación mariana, quedaron en julio de 1936 en la
republicana: Montserrat (Barcelona), El Pueyo (Diócesis de Barbastro, Aragón) y Montserrat de Madrid (priorato dependiente de la abadía de Santo Domingo de Silos, situada en la provincia de Burgos).
Los monjes de Montserrat se dispersaron por diversos lugares, pero un total de 23 (de los que uno estaba en El Pueyo) fueron detenidos y martirizados. Otros fueron también apresados, aunque finalmente no se les mató, pero sufrieron un verdadero calvario; asimismo padecieron dificultades y penalidades los que estuvieron escondidos con gran peligro. Algunos pudieron ser fraternalmente acogidos en monasterios de la Orden en la España nacional, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Suiza y Bélgica. Por otro lado, el Obispo de Pamplona, Mons. Marcelino Olaechea, S.D.B., consiguió el edificio del balneario de Belascoain, a 22 km. de Pamplona, para que pudiera reunirse allí parte de la Comunidad y rehacer la vida regular; además, muchas otras personas ayudaron a los monjes en la medida de sus posibilidades. Una vez concluida la guerra, se restauró de lleno la vida benedictina en Montserrat.
Entre este grupo de valientes testigos de la fe se hallaba el P. Domino González Millán, nacido y bautizado en La Losilla (Soria) el 16 de septiembre de 1880. Fue martirizado el 16 de agosto de 1936 en Barcelona; sus reliquias se hayan en la Basílica Abacial de Santa María de Montserrat. El Papa Benedicto XVI firmó su Decreto de martirio el 28 de junio de 2012.
Es precioso constatar la disposición martirial con que los monjes de Montserrat afrontaban todo lo que pudiera acontecerles, incluso hasta la muerte, como efectivamente sucedió en el caso de los mencionados 23. El soriano P. Domingo González indicó al hermano de un monje que "yo ya he ofrecido mi vida a Dios cuando entré en religión, y de muy buen grado la daré por Él si llega el momento".
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